Thursday, April 10, 2014

A nombre de otros, la fortuna inmobiliaria de El Chapo

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A Joaquín El Chapo Guzmán lo capturaron cuando amanecía. Dormía en el departamento 401 de la torre Miramar, de la costera de Mazatlán, una propiedad de unos 120 metros cuadrados con vista al mar, cuyo valor, según se ha sabido de manera indirecta, tiene un precio aproximado de 2.5 millones de pesos.
El cerco al líder del cártel de Sinaloa, montado en Culiacán desde la madrugada del 17 de febrero pasado, permitió ubicar al menos siete propiedades que Guzmán Loera utilizaba como casas de seguridad en las colonias Libertad y Guadalupe, zonas de clase media. En dos de ellas fue encontrado un sistema de evasión automatizado, que conectaba las tinas de baño con túneles comunicados al sistema de desagüe pluvial de la ciudad
No muy lejos de ahí, en una zona mucho más exclusiva de la capital del estado, la Marina cateó una residencia que se encuentra a nombre de una de las exparejas de El Chapo, la cual ya había sido revisada por las autoridades el 13 mayo de 2010 en el marco de un operativo en el cual aseguraron seis inmuebles ubicados en los fraccionamientos Las Quintas y Colinas de San Miguel, y las colonias Tierra Blanca y Guadalupe, todos pertenecientes al delincuente.
Es difícil saber a cuánto asciende la riqueza inmobiliaria de Joaquín Guzmán; las investigaciones ministeriales de los años posteriores a su fuga del penal de Puente Grande ubicaron algunas residencias en distintos puntos del país. En octubre de 2001 el ex procurador Rafael Macedo de la Concha decía que había usado como escondites casas en el fraccionamiento El Mirador y la Colonia Las Ánimas, en Puebla, donde —según él— el sinaloense contaba con escasos recursos como para mantener su fuga e incluso había pensado en el suicidio.
No obstante, luego se le ubicó en Compostela, Nayarit y el Distrito Federal (específicamente la zona de Contadero, en Cuajimalpa; Ampliación Jardines del Pedregal, en Álvaro Obregón, y el pueblo de Santa Úrsula Xitla, en Tlalpan). De manera más reciente, en febrero de 2012, la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada, aseguró una mansión con vista al Mar de Cortés en el desarrollo Punta Ballena de Baja California, donde supuestamente estuvo a punto de lograrse su detención.
Anónimos testaferros
Una investigación ministerial de mayo de 1993 —un mes antes de su primera captura— da pistas acerca de cómo operaba Joaquín Guzmán Loera cubriendo su rastro en operaciones de compraventa de propiedades. De 1988 a 1992, en la Ciudad de México, El Chapo contó al menos con un prestanombres: Miguel Ángel Segoviano, un empleado solícito y contador mediocre (hoy testigo protegido en Estados Unidos) que usó los nombres de Jerónimo García Castro, Alfredo Gutiérrez y Jorge González Mancilla, además del suyo propio, para conseguir una docena de propiedades en el Distrito Federal usadas por el cártel de Sinaloa.
Entre los domicilios se encontraba una casa en Bosques de las Lomas; una casa en San Jerónimo Lídice, ubicada a unos metros del domicilio del ex presidente Luis Echeverría, y una residencia en Jardines de Reforma, en Cuernavaca; todas vinculadas con el crimen de nueve familiares y abogados de Miguel Ángel Félix Gallardo.
A estas propiedades se sumaban una mansión en el rumbo de Desierto de los Leones, conocida como El Castillo, el Hotel Caleta y una casa de playa llamada Mau Mau, en Puerto Marqués, Acapulco, aunque de esta última quien aparecía como dueño era un hermano del contador. Frente a esa propiedad, Guzmán Loera tenía anclados dos yates que llevaban los nombres de sus hijos, Chapito IIy Guisselle.
Dos negocios más aparecieron en la larga lista de bienes: una  empresa constructora llamada Galse, que operaba sin ganancias, y Aeroabastos, una compañía que rentaba el hangar 17 zona D, del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, y en cuyas aeronaves se movía El Chapo, a quien sus acompañantes se referían como "el señor Guzmán".
La más reciente de sus adquisiciones, a juzgar por las imágenes recientes obtenidas por el periodista Carlos Loret de Mola, quedó sin terminar: un rancho en la localidad de Leopoldo Sánchez Celis con una gran casa, bungalows y una piscina, pero que hasta hoy no se sabe a nombre de quién se encuentra.
Aquella afirmación de Macedo de la Concha en 2001 fue el desplante de un funcionario cuyo gobierno no sólo dejó ir, sino convirtió en un mito a Joaquín Guzmán. Los escasos recursos con los que supuestamente contaba El Chapo alcanzaron para 13 años de adquisiciones.

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